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El ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, acertó de nuevo al introducir una cuestión bien vista por muchos sectores, sobre todo ecologistas de la zona, que llevan muchos años pidiendo que se estudie la posible incidencia sobre la población que pueda tener la contaminación provocada por los vertidos atmosféricos e hídricos procedentes de las industrias e incluso por el intenso tráfico marítimo, entre el que destaca la presencia de naves militares a propulsión nuclear. Una vez más, todo parece indicar que el Gobierno de Caruana ha lanzado un órdago al de España y la Junta de Andalucía. Caruana ha encontrado en el silencio obligado de las instituciones españolas hacia las iniciativas gibraltareñas para ganar terreno e influencia en la zona. Y para quedar por encima. Así, anuncia un estudio epidemiológico de la zona, cuando la Junta ya ha realizado seis. Caruana nunca ha ocultado que entre las hipótesis que maneja sobre el futuro de las relaciones del Peñón con España una de las que menos le disgusta es la de convertirse en la capital del Campo de Gibraltar.
