miércoles, 20 de julio de 2011

Palabras de moda 24: Verano

Por José Antonio Hernández Guerrero .
La palabra “verano” es una abreviación de la expresión del latín vulgar veranum tempus, que significa el “tiempo primaveral”, la época de la primera estación del año. Esta locución, a su vez, es una derivación de la voz latina culta ver, veris que, literalmente, significa “primavera” y, metafóricamente, quiere decir “juventud” o “primavera de la vida humana”.
Hasta el Siglo de Oro, en la Lengua Castellana se distinguió entre el “verano” y el “estío”. La primera palabra -“verano”- designaba el fin de la nuestra actual primavera y el principio de nuestro verano moderno; y la segunda -“estío”, del latín aestivum tempus- se aplicaba al resto de esta estación, al tiempo del calor y del fuego. El vocablo “primavera”, que viene del latín vulgar prima y vera -una deformación del latín clásico primo vere- significaba solamente el comienzo de la estación conocida ahora con este nombre. Como recientemente ha explicado con acierto en estas mismas páginas, Francisco Bejarano, el verano también recibe el nombre de “canícula” -diminutivo femenino de canis- que significa, por lo tanto, “perrita”, con cuya imagen, parecida a la de este animal doméstico, se designa a la estrella Sirio, visible en esta época calurosa del año.
El tópico publicitario dice que, en la actualidad, el “verano” es la época de las vacaciones, el paréntesis de las tareas laborales, el tiempo del descanso y del ocio, la ocasión para el cambio de costumbres, de actividades, de vestidos, de comidas y de bebidas, el período en el que vivimos con mayor libertad, relajamos los horarios, el lenguaje, las convenciones y los comportamientos.
En el verano -dicen los prospectos de agencias- ventilamos las neuronas en la playa o en el monte, vivimos aventuras y multiplicamos las diversiones; disfrutamos con los amigos y con la familia; visitamos a las personas que hace tiempo no veíamos, leemos libros sin prisa, tomamos refrescos en las terrazas sin necesidad de cubrirnos con abrigos y acudimos a fiestas sin pensar en exámenes ni en trabajos.
Es posible, sin embargo, que, cuando ya estamos haciendo el balance, muchos de los lectores que, ingenuamente volcamos nuestros desvelos del resto del año en este tiempo veraniego, tengamos que reconocer que, con tantos cursos intensivos, con los campamentos culturales, con las actividades sociales, con las cenas de bienvenida y con los cócteles de despedida, estas vacaciones hayan sido agotadoras. Pero este cansancio vacacional posee, a mi juicio, una ventaja: nos servirá de vacuna eficaz para inmunizarnos contra el síndrome postvacacional, ese conjunto de síntomas que, según las últimas estadísticas, padece el treinta y cinco por ciento de los trabajadores cuando se reincorporan a sus puestos de trabajo. Le deseo que usted no sufra una depresión psicológica al concluir sus vacaciones, y espero que no se sienta obligado a solicitar la baja laboral por agotamiento físico. Lo animo, estimado amigo, para que regrese al trabajo dispuesto a... descansar.
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***Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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