miércoles, 5 de septiembre de 2012

"El peligro de los titulares periodísticos", por José Antonio Hernández Guerrero

Leer también  "El peligro de los listos""El peligro de los torpes", "El peligro de los buenos", "El peligro de los guapos", "El peligro de los graciosos" y "El peligro de los sufridores" y El peligro de los demagogos .
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Todos hemos experimentado esa sensación tan desagradable que nos invade cuando, tras leer un titular periodístico llamativo, comprobamos que el contenido de la información no corresponde a lo que él nos anuncia. Nuestra confusión aumenta de manera notable si comparamos los diferentes titulares con los que varios periódicos encabezan una misma noticia, pero nuestra perplejidad ante los titulares tendenciosos se convierte en indignación cuando sospechamos que sus autores tratan de engañarnos haciéndonos creer que las cosas son diferentes de lo que son. Nos sorprende  comprobar cómo, en la práctica, muchos periódicos que blasonan de su objetividad e independencia aceptan que la mentira es un legítimo instrumento de defensa y de ataque, e, incluso, cómo, a veces, presumen cuando logran que, a base de repetirla, una información falsa se transforma en verdad aceptada. Algunos profesionales, incluso, están convencidos de que el arte supremo de la habilidad comunicativa consiste en hacer ver que lo blanco es negro.

En nuestra opinión, sin embargo, los titulares tendenciosos, excesivamente teñidos de partidismo, se convierten en un bumerán incluso cuando los lectores adictos reconocen que prefieren esos periódicos, no porque cuentan la verdad de los hechos, sino porque defienden unas ideas o unos intereses que coinciden con los suyos. Permítanme que les haga una pregunta: ¿no es cierto que hechos como, por ejemplo, una catástrofe ecológica, el aumento del paro, los incendios forestales, la inflación, los acuerdos con los partidos nacionalistas, la sequía,  los accidentes de tráfico o las reformas de la educación, son calificados de manera diferente según sean los inquilinos del Palacio de la Moncloa?
La calidad de un titular se mide, como es sabido, por el acierto en resumir los datos fundamentales, por su capacidad para atraer la atención de los destinatarios y por su fuerza para despertar el interés de su lectura. Si el titular carece de "garra", es posible que los lectores no se animen a leer el resto del texto ya que, debido al volumen tan elevado de noticias que nos ofrecen los periódicos, a la cantidad tan amplia de ocupaciones y a la rapidez con la que se superponen los problemas, la lectura completa de cualquier periódico es una tarea excesivamente enojosa. Lo más que solemos hacer es contemplar las ilustraciones gráficas y repasar las esquelas mortuorias.
Los titulares constituyen unas ayudas imprescindibles para que estemos al corriente de aquellos episodios que, como ciudadanos del mundo nos conciernen y para que, en consecuencia, adoptemos las actitudes y las conductas más adecuadas. Pero hemos de ser conscientes de que los titulares pueden ser unas armas peligrosas que, en manos de profesionales sin escrúpulos, en vez de informar, explicar y valorar los sucesos relevantes, nos desinforman tergiversando los datos, interpretándolos de manera incorrecta por el simple procedimiento de destacar un dato insignificante o, por el contrario, prescindiendo de otro relevante.
Tanto la forma de elaborar el resumen como la manera de enfatizar o de subrayar determinadas palabras pueden transmitir unos mensajes interesados e inducir a los lectores para que extraigan unas conclusiones falsas. A veces, con el fin de atraer la atención, la exageración y la generalización pueden modificar substancialmente la recepción. Y es que la importancia otorgada al “cómo se dice”, más que al “qué se dice”, se hace patente en nuestros días, en la redacción de los titulares.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.

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