martes, 4 de noviembre de 2014

"Resignación", por Salvador Delgado Moya

El estaba frente a ella, tras unos segundos de silencio le dijo:
¡Mira cariño, yo no puedo seguir así!.
A mí me da la impresión que me ignoras.
Esta mañana me he levantado, he hecho la cama. Ya puse la sábanas de franela porque ya refresca y he desayunado poco, dos galletas y un vaso de leche calentita que lo he acompañado con la pastilla de la tensión, la de la circulación y la del colesterol.
Luego me llamó tu hija, para que llevara a tu nieta a la guardería. Tu nieta cada día está más guapa. Tenemos que comprarle un regalito, porque ya mismo es su cumpleaños. Y tu hijo me ha dicho si puedo recoger a tu nieto, ¡pues claro!, yo lo recojo, iré a la escuela y llevaré a ese ciclón, que cada día es más malo , pero también más guapo. Antes me pasaré por el mercado, tengo que comprar pescado y algo de verduras.

¡ y no dices nada!..., parece que todo te da igual.
Anda que vamos bien.
Ah!, se me olvidaba, he estado en el banco, y ya nos han ingresado la pensión.
He preparado el almuerzo. De comer poco. No sé lo que me pasa pero cada día que pasa tengo menos hambre. He sacado al perrito a dar un paseo y he pasado por el parque, ¿si vieras qué bonitos están los jazmines?. A ver si te animas y un día vamos los dos, damos un paseo y los vemos.
Me ha llamado mi amigo Antonio para irnos un rato al hogar del jubilado y echar una partida de dominó. Hoy no he tenido ganas, la verdad es que allí, me aburro.
Me he animado y le he pasado la fregona a la casa, aunque no está sucia, tú siempre dices que hay que hacerlo a diario. También la lavadora con ropa mía, era poca, la he tendido y ahora cuando llegue a casa intentaré plancharla. Si, ya lo sé, que le tengo que echar almidón a las camisas, lo haré, no te preocupes...
¡Y tú calladita!, sin decir nada...
No sé que darán esta noche por la tele, tu puedes ver lo que quieras, yo te doy el mando a distancia y eliges cadena, de sobra sabes que cinco minutos en el sofá y me quedo dormido...
Tus hijos están barajando las posibilidades para irnos a cenar con ellos estas navidades, pero les he dicho que yo, en mi casa. Tengo muchas cosas que hacer y no tengo el cuerpo para fiestas.

Detrás de él, se encontraba su hija, las lágrimas emanaban a borbotones y descendían por su rostro. Ella se acerco por detrás, le besó en la sien y le dijo con voz temblorosa:
.- Vamos papá, ya es hora de irnos. Están a punto de cerrar las puertas del cementerio. Desde que falta mamá, pareces que has perdido la cabeza.
El la miró y tímidamente le sonrió, la abrazó y le susurró al oído:
.- No hija, yo no he perdido la cabeza desde que falta mamá, lo que he perdido es la vida...

Fdo. Salvador Delgado Moya

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy fácilmente nostálgico y melancólico, me emociono con cualquier cosa; pero esta vez ha sido una emoción tan real como la experiencia vivida.

Anónimo dijo...

Después de una vida entera
de caminar codo con codo
con sus penas y sus gozos,
de haber criado a los hijos
y a veces el haber tenido la desgracia
de tener que enterrar a un hijo.
Y cuando más falta se hacen
ya que uno es el apoyo del otro,
uno de los dos… parte,
o dicen que se lo llevan.
El que se queda por aquí
queda deshecho, incompleto,
queda roto,
le falta, la otra mitad,
ya que los dos se fundieron,
y un único ser se hicieron
y así solo, es imposible vivir.
Pienso que sería lo más justo
que ninguno viera y viviera
cuando el otro se le va
y que partieran, los dos juntos.
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20.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-