miércoles, 23 de diciembre de 2015

"Las Navidades de nuestros padres y abuelos", por Cristóbal Moreno El Pipeta

Comparsa de pastores de San Pablo de finales de los setenta.
... Los cortijeros, amalgama de trabajadores principalmente, recorrían andando, durante las principales noches de fiestas, al resto de los caseríos y cortijos ...
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"LAS NAVIDADES DE NUESTROS PADRES Y ABUELOS"
Abuelo, ¿las navidades de antes eran como las de ahora?
¿Y tú como ves las navidades de ahora Iker?
Qué pregunta más tonta abuelo,  como las voy a ver, pues como tú.

Tonta no, Iker, ¿tú cuando preguntas será por algo, algo te habrán contado y por eso preguntas, o no?.
Si claro, me han dicho que antes las navidades eran de una forma muy distinta, se celebraban de otra forma más bonita y más natural, entre familia primero y con los amigos y vecinos después, y que hoy son más aburridas, o al menos no se disfrutan tanto como navidades en sí, es decir, el día veinticuatro por la noche se come en casa de unos abuelos y el treinta y uno en los del otro, los mayores se quedan viendo la tele hasta que se acuestan y los jóvenes se van de discoteca.

Más o menos Iker, ¿tú se lo has preguntado a tu abuelo José Orellana que tiene muchas historias que contar al respecto de la Navidad en sus tiempos de niño, de muchacho y de mozo?. 

Pues la verdad es que no abuelo, yo creía que tú podía haberlas vivido de otra forma.
Pues sí, quizás yo las he vivido de otra forma cuando niño y jovenzuelo, y también las viviera de otra forma después: “cuidando de que los demás las gozasen sin problemas”. De todas formas él me lleva cuatro o cinco años más y, en aquellos tiempos un año atrás, cada año atrás, las costumbres eran muy distintas y menos cambiante que hoy  en día. Hoy las costumbres cambian con muchísima rapidez, antes eran como más pausada. Avanza con la rapidez de un coche de carrera, casi sin darnos tiempo para aprender y al mismo tiempo aprendiendo rápidamente  con el progreso conseguido.

Y ese progreso de la civilización irremediablemente lo cambia todo, minuto a minuto, hora a hora, día a día.  Aunque por desgracia todavía existen países anclados en el pasado; desde ellos al nuestro es como se observa esa rapidez en los cambios evolutivos de las sociedades modernas. Esos cuatro o cinco años de diferencia entre tu abuelo José y yo, en estos tiempos de evolución rápida, progresiva y constante, quizás valdrían por un año de los de ahora, si no más, progresivamente hablando. La diferencia estribaba en vivir en el campo o en los pueblos.  Todo dependía de la profesión de nuestros padres. Entonces no había televisores, en los pueblos rurales menos o ninguno que en las ciudades que ya se iban viendo poco poco. Vi el primer televisor en la Línea de la Concepción, contando ya con siete años en 1.960. En los pueblos de San Pablo y alrededores no llegarían hasta el 1.965, al menos. Por tanto, en las zonas rurales, cualquier insignificante fiesta era vivida más intensamente que en las ciudades y zonas industriales.

¿Y qué tiene eso que ver con las navidades, abuelo?
Pues lo dicho hijo, que las fiestas eran más tradicionales, es decir, aprendidas de abuelos a padres y de estos a sus hijos y nietos. Los instrumentos musicales de las navidades por ejemplo, eran muy rudimentarios, fabricados manualmente por los propios miembros de las comparsas, o utilizando para hacer música cosas propias del hogar o del trabajo, como por ejemplo de esto último el almirez y la botella de anís, y de los primeros, las zambombas, triángulos, panderos, panderetas, chinescos, sonajas o tambores. Ahora se está volviendo a las canciones antiguas y a esos instrumentos prefabricados, lo que da un aire antiguo precioso a las comparsas navideñas apostándose por las raíces de los pueblos, ya que de uno a otros varían los compases, el ritmo, las canciones, la música e incluso hasta los propios instrumentos musicales y las vestimentas populares de entonces.
Vale abuelo, pero todavía no capto del todo las diferencias con respecto a las vivencias y costumbres de antes y de hoy durante las navidades.

Mira, como en los pueblecitos no había nada con que distraerse, a veces ni cine aún según que pueblo; solo la radio y, de higo a breva, algún que otro circo o teatro ambulante, pues la gente se afianzaba, como dije antes, a sus costumbres y fiestas populares.

La Navidad junto con la feria patronal eran de las más importantes fiestas de alegría y diversión. Por eso, varios meses antes de la Navidad, Año Nuevo y Reyes -como hoy- las comparsas  comenzaban a ensayar  para estar a punto en esas fechas. Dejaban de cantar normalmente el día después de Reyes. Para ello se tenían que unir miembros de las familias que residían en los cortijos de los alrededores. En los pueblos eran vecinos residentes. Estos últimos después paseaban -al igual que hoy- las comparsas por los pueblos cercanos, y las de otros a éstos.

Los cortijeros, amalgama de trabajadores principalmente, recorrían andando, durante las principales noches de fiestas, al resto de los caseríos y cortijos, distantes a veces de a mas de diez kilómetros; lo que hacían, como digo, a pie con sus alpargatas de espartos, sus “zahonas” (Perneras o zahones), chalecos borregueros y los diferentes “avíos de tocar” (instrumentos musicales como tales que eran utilizados el resto del año en otras celebraciones o que eran construidos específicamente para esas fechas sin más uso que el musical propiamente dicho: zambomba, sonaja, almirez, triángulo, pandereta, pandero, botella, chinesco, y tambor a veces; incluso sartenes, cucharas, calderos, cascabeles..., en fin, cualquier cosa que hiciera ruido y estuviera en casa podía ser utilizada para la música). Todos ellos iban adornados con cintas de papel de todos los colores menos el negro.
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Juante haciendo zambombas de pitas.-Articulo relacionado-
Los caminos y carriles de carretas, cordeles o cañadas eran andados acompañados de una orquesta sonora de un laberinto de sones distintos y descompasados, asustando a todo bicho viviente que intentaban alimentarse de otros en las cerradas y frías noches de invierno. Al llegar al primer cortijo perdido entre las lomas, o bien en el frondoso monte, eran recibidos en principio por los ladridos de los perros y a continuación por los oscuros cañones de escopetas tan negros..., negros, que eran invisibles en la propia noche; momento en el que comenzaban a melodiar los instrumentos y las voces de los pastores que lograban ser alumbrados por el resurgir de los “pericos, quinqueles y lámparas de petróleo o aceite”, entre las voces de alegría de los asombrados niños que se entremezclaban con el llanto de algunos bebés asustados por la inesperada fiesta bajo la estrellada y fresca noche. Inmediatamente eran rodeados y dirigidos por las caras de las luces hacia el interior de la vivienda, donde, como si lo presagiaran las propias mesas, estas se encontraban adornadas de distintas botellas con diversos licores sin marca, y del color de los mejores platos a rebozar de roscos y borrachones. Hasta las más pobres chozas, muy usuales en aquellos tiempos, se preparaban para estas visitas.

¿Tú fuiste también a tocar por los cortijos?
Yo no lo hice nunca, en mis tiempos ya los cortijos iban siendo desocupados y la gente se marchaba a emigrar a ciudades industrializadas del norte de España, o fuera, a países como Alemania y Francia principalmente. Yo salía, a veces, y de forma esporádica, por las casas vecinales del pueblo con algunos amigos portando cualquier cosa que sonara y viniera bien para estas fiestas.
 ¡Mira por ahí viene tú abuelo José!, pregúntale, pregúntale..., si él, cuando era un jovenzuelo, ha salido de comparsa por los campos.
¡Buenas tarde, que os pasa que me estáis mirando tan fijo? -Saluda José Orellana acercándose, dándole un beso al niño-
Tú nieto que quiere hacerte unas preguntas de cuando salias de comparsa por esos campos!
¡Buf...., pues no hace tiempo! ¿Qué quieres preguntarme Iker?
¡El abuelo Cristóbal que no ha estado nunca en una comparsa de Navidad, y quiero que  me cuentes algo, pues dice que tú si que salías!
¡Pues no hace tiempo que salí por primera vez..., hace ya..., la tira, no había hecho yo ni el servicio militar!, sería allá por  1.964 ó 1.965, vivíamos entonces toda mi familia -mis padres, hermanos y yo-, en el cortijo Los Añones -el cortijo más cercano era el de Las Pistolas, que estaba algo más arriba; los mayores (aunque habían pasado 20 años) todavía le sangraban las heridas de la guerra civil y habían comenzado a vivir de nuevo, y con ello a disfrutar de las fiestas que habían perdido, siempre y cuando el ánimo le diera para ello; ya, algunas personas, no lograron recuperar jamás la felicidad. Pero si que, comenzaron a enseñarnos sus costumbres con respecto a las fiestas navideñas: cogimos sus atuendos y aprendimos a fabricar artesanalmente los instrumentos.
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Comparsa de Pastores de San Pablo hace un par de semanas.
Como digo, la primera comparsa que hicimos fue por esas fechas, la componíamos  gente del campo con muchas ganas de fiestas y de vivir, pues lo único que hacíamos era trabajar y trabajar. Tuvimos que hacerlo con permiso de nuestros mayores, pues durante nuestra ausencia tenían ellos que encargarse de los animales, por tanto, solo teníamos permiso desde las ocho de la tarde hasta las cuatro de la mañana, como muy tardar las cinco.
Así que nos reunimos unos pocos y casi tres meses antes empezamos a ensayar en el pajar de Eleuterio.
Finalmente, y se que se me olvidan algunos, quedamos en la comparsa Pepe “Chichán” que era el director; mis hermanos Paco, Diego y yo; Eleuterio Sánchez y sus hermanos Antonio y Eugenio; Andrés Casas, Antonio Quini y Sebastián Corbacho.

El día 24 de Noche Vieja, con nuestro repertorio acuestas, salimos a las 8,00  de la tarde del cortijo de Las Pistolas -una vez arreglado los animales de las yuntas. A las 4,00 de la madrugada teníamos que estar de vuelta para darles de comer y beber; a las 8,00 de la mañana tenían que estar en la besana.
Por una vereda que iba por los el margen del Arroyo de Guadalmedina (conocido por todos como el Arroyo de las Gallinas), pues entonces no existía el carril de ahora, y los de carretas y bueyes estaban en malas condiciones para andarlo de noche, de cachondeo y a tropezones nos encaminamos hacia el cortijo Los Platas, donde hicimos nuestra primera actuación y nos trincamos nuestros primeras copas de aguardiente, anís o coñac, con los respectivos borrachones y roscos de vino. 

Con el estómago  más caliente y las primeras alegrías, dejamos por fin descansar a las pobres criaturas del alboroto de los músicos gañanes que también habían bebido de lo suyo, y cogimos vereda hasta el cortijo de Jara, donde repetimos la función y desde allí arroyo abajo hasta “Dorao” ¡Lo estábamos pasando de escándalo!
Estando ganándonos las copas y los dulces en Dorado, en uno de los primeros descansos comenzamos a escuchar otros sones de comparsa que se acercaban con similar musicalidad profesional, y nos temimos lo peor: que nos iban a pisar el terreno y beberse y comerse lo que para nosotros estaba preparado. Nada de bien nos sentó, no señor, pero no hubo más remedio que tragar y compartir los villancicos por tocas, hasta que nos cansamos y nos fuimos hacia el siguiente puesto de bebidas, dejando allí a los invasores que provenían del pueblo de San Pablo.

A través de la campiña y de los cerros llegamos a Pericón y desde allí -una vez actuado, comido y bebido- vuelta hasta el Arroyo de las Gallinas. Otras veces íbamos hasta “Poblaores” y los cortijos que había alrededor, si daba tiempo. También a Las Pistolas y Los Añones a la salida, según el día; incluso durante el resto de las navidades, se iba también hasta el pueblo y a la casas de la Carretera del Corchado.

Toda la noche de fiesta y a continuación, sin dormir nada y medio “melopeaos”, a las ocho de la mañana ya estábamos enganchados tras los bueyes en los arados, de sol a sol, y así hasta la noche del 31 y en las mismas condiciones, sin conocer días libres; las semanas tenían siempre siete días de trabajo, y aunque Dios cuando hizo el mundo al séptimo día descansó, nosotros no, pues solo éramos jóvenes en manos de hombres rudos, haciéndonos igualmente rudos sin derechos.  Sin embargo lo pasábamos bien en estas fiestas compitiendo con las otras comparsas del pueblo -si las llegábamos a ver- en instrumentales, vestimenta y, a veces, hasta en borracheras.
Así íbamos unos años sí y otros no, hasta una de las últimas comparsas en la que estuve que fue allá por el año 1.982 o el 1983. De ésta si tengo una fotografía y los que la componíamos, del pueblo todos. Éramos... !Bueno..., haber quienes son¡? Pues ni yo siquiera llego a identificarlos a todos.

¿Y del pueblo quienes eran buenos comparseros?
Habían muchos y por grupos, entre ellos recuerdo de los años ochenta a:  los hermanos Pecinos, hermanos Saraiba, Pedro el Chorlo, Rafael “Cara Hierro”, Antonio el “Pescao”, Juan “Nati”, “El Peineta”, “Hermanos Escuderos” y muchos más.
El repertorio de canciones era variado, pero no más de veinte, aún se siguen escuchando algunas de las más típicas: “Arre burro arre; Blanca Navidad; La Virgen va para el molino; Cantad Pastores; Dime Niño; Navidad Navidad; A Belén Pastores; Una pandereta suena; Venid Pastores; La Marimorena; Campana sobre campana; Los Peces en el río; Dime niño de quién eres; La Pastora Catalina; La fuente del color; Se cerraron los papeles; Los ojos de María, Ya vienen los Reyes Magos y algunas más...”


Abuelo, cántame alguna canción de Navidad que aquí no suelan cantar y en otros lados sean famosas.
Pídeselo a tu abuelo Cristóbal que a lo mejor sabe alguna de esas.

Bueno os cantaré un par de ellas que he oídos en mis andares por esas tierras de nuestra navideña España:

La primera

Oh, blanca Navidad, sueño                  Oh, blanca Navidad, nieve
y con la nieve alrededores                    una esperanza y un cantar
blanca es mi quimera                            recordar tu infancia podrás
y es mensajera de paz                           al llegar la blanca Navidad.
y de puro amor.

!Otra abuelo...¡:

La zambomba pide pujo                      Si no me dais aguinaldo
y el que la toca, prudencia,                 aquí me siento en la puerta.

Y la última:

Con guitarras y almireces,                   El rabel está enojado,
panderetas y sonajas,                            y el que lo toca también,
vamos a ver a Jesús,                             porque no le dan de aquello,
porque ha nacido entre pajas                que rechina en la sartén.

!Más abuelo¡

¡Qué más, ni qué más...!, ¡qué te lleven tus padres al “Belén Viviente” los días 26 y 27 de este mes y allí te “hartará” de oír canciones de las Pastoral de San Pablo y de otras canciones de fuera que amablemente nos deleitarán con sus villancicos!.
¡No me vea con el niño, vaya nieto..., no tiene bastante con el fútbol que ahora se va a hacer tenor de villancicos!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena a Cristóbal y jose orellana por esta maravillosa historia para iker me a encantado es preciosa ojala tuviesemos ese espíritu navideño!!!!

Rafael Vega Romero. Málaga dijo...

Las fotos y el artículo me transportan a mi niñez, la cual añoro en ocasiones. Gracias por mantener vivas las tradiciones.
Un saludo para mis paisanos.

Anónimo dijo...

Qué pena de no poderse leer las canciones pues están desperdigado sus versos tal que no se entienden.