jueves, 4 de febrero de 2016

"El latido de la riqueza", por Salvador Delgado

La mañana estaba un poco fría, pero el sol, poco a poco, iba haciendo acto de presencia, radiando con más intensidad.

    Sobre el banco del parque, aquel caballero ojeaba el periódico. Bien vestido: traje azul marino, corbata a juego, sintonizando con una camisa impoluta; zapatos castellanos y bufanda de colores recios para preservarse de las bajas temperaturas matutinas.


    En el lado opuesto del banco, otro señor. Un pobre indigente, con un  abrigo tres tallas más grandes que lo que cuerpo delimitaba, casi seguro cedido por Cáritas; unos zapatos deformes y sin horma, definida para dar cabida a unos pies cansados y doloridos. El rostro denotaba secuelas del frío nocturno, que seguramente los cartones que utilizaba como manta imposibilitaban que la nocturnidad gélida, la convirtiese en cálida. Le acompañaba un pequeño perro, famélico, pero rebosante de alegría por saber que poseía un acompañante que de vez en cuando le pudiera acariciar.

    Tras unos minutos, el indigente sacó una pequeña bolsa de aquel abrigo multiusos. Era lo que quedaba de un bocadillo rebuscado en algún contenedor. Acto seguido, le ofreció una pequeña porción a su inseparable amigo canino, que devoró sin apenas darle tiempo a olisquear.
    Del resto hizo dos mitades casi idénticas. Se giró y ofreció una de las mitades a su reciente compañero de descanso.

    .- Si usted gusta, tome un trozo de mi desayuno.
    .- Gracias, buen hombre, pero voy a desayunar en breve, pero le agradezco su presente.
    Fueron días alternos los que coincidirían en el mismo lugar. Poco a poco, las conversaciones fueron un poco más fluidas. Un día el señor de los trajes ofreció una bolsa al indigente.
    .- Tome usted!, y que lo disfrute.
    El indigente abrió la bolsa. Encontró un bocadillo enriquecido con charcutería de calidad, un termo de café con leche recién hecho y un gran surtido de galletas y magdalenas.
    .- Gracias señor! Es la primera vez en mi vida que me dan algo sin pedir nada a cambio…
    .- No tiene por qué darlas, es evidente que la vida nos ha tratado completamente diferente a los dos. Yo he disfrutado de todo lo que he querido, aunque ahora esté jubilado, económicamente tengo y poseo más de lo que jamás pensé obtener.
    .- De verdad? Lo ha tenido usted todo en la vida?.
    .-Pues para serle franco, sí.
    .- Le estaré eternamente agradecido, porque hoy mi cuerpo se reconfortará por recibir algo caliente.
    El indigente se incorporó para marcharse y antes de empezar a andar le dijo:
    .- Perdone la indiscreción, ¿ porqué teniéndolo todo, siempre está sólo en este banco del parque?.
    El señor trajeado enmudeció, sin saber que responderle.
    Pasaron los días y no coincidían. El indigente arrastraba una enfermedad que le iba consumiendo, hasta que un día yacía en una acera, sólo, debilitado, desahuciado por la vida. Los servicios médicos llegaron a tiempo para trasladarlo al hospital.
    Coincidencias de la vida, hicieron que en su habitación, su compañero fuese el señor del parque, que estaba casi muerto, inerte, su corazón le fallaba y el tiempo corría en su contra.
    Pasaron los meses, el indigente no pudo soportar toda la batería de calamidades que le deparó la vida y falleció. El señor del traje sobrevivió , y tras una ardua rehabilitación siguió con su vida con total normalidad. Pero un día al llegar a casa, recibió una citación de notaria, comunicándole que se presentará en las dependencias lo antes posible, para solucionar un pequeño problema testamental.
    .- Que testamento!, indudablemente se tratará de un error.
    El notario abrió un sobre lacrado y dijo que le escuchara con suma atención:

    “Hoy tal día del presente año y en plena facultades, quiero dejar toda y mi única posesión a usted, y no es otra cosa que “mi corazón”…

    “Se lo regalo con una condición; que lo cuide, que lo haga latir con alegría, con entusiasmo y con ilusión. Y quiero que comprenda que el dinero compra risas forzadas, abrazos envenenados, acompañamientos con hipocresía, multitud de soledad e intereses por doquier”.

    “ Sabía que su corazón fallaba y que el mío podría servirle, así que decidí  donarle lo más preciado que tenía, porque ese corazón que ahora tiene usted en propiedad ha reído con cosas banales, ha llorado por la incomprensión, ha agradecido la humildad, ha latido deprisa por el amor, ha sufrido por la indiferencia, ha compartido la amistad y la fidelidad, porque a pesar de todo, a mí al menos, alguien me quería, aunque fuese sólo un perro, sólo de por lo que era, y no por lo que tenía”.

    “Cuando le conocí, comprendí de inmediato, que usted sólo poseía dinero, pero pobre de valores, afecto, cariño  y sentimientos. Le debía el detalle del desayuno. Espero que con esta donación, estemos igualados en agradecimientos”.
    Que usted lo disfrute!!!

Fdo. Salvador Delgado Moya

1 comentario:

Anónimo dijo...

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Salvador dice usted bien
Que el dinero puede comprar
Las risas, pero forzadas
Abrazos envenenados
Hipócritas acompañamientos
El aparcar la soledad, previo pago
Más, solo por un momento
El comprar los intereses,
Pero interese no sentidos
También puede comprar besos
Besos y amores, por separado o unidos
Que siempre, siempre son fingidos
Y puede comprar la amistad
O algo muy parecido
Amigos que están ahí
Mientras haya algo que sacar
Algo de lo que disfrutar
Pero sin tener que aportar
Ni el mínimo de los esfuerzos
Y cuando son necesarios
Ya no están
En desbandada se han ido.
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09.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-