sábado, 5 de marzo de 2016

Claves del bienestar: "Cultivar el espíritu", por José Antonio Hernández Guerrero

Para lograr un bienestar verdaderamente humano, además de disponer de determinados recursos materiales, necesitamos disfrutar de ciertas condiciones inmateriales. Además de las exigencias indispensables para llevar una vida individual y familiar digna como, por ejemplo, la salud, la economía, la vivienda, el trabajo, el descanso e, incluso, el ocio, es necesario que cultivemos otros bienes que comúnmente denominamos “espirituales” como, por ejemplo, amar y sentirnos amados, respetar y sentirnos respetados, escuchar y sentirnos escuchados, esperar y sentirnos esperados, perdonar y sentirnos perdonados, entendernos con los otros y sentirnos bien nosotros mismos.
   
Hemos de reconocer que, en este mundo tan ruidoso y tan agitado, nos resulta difícil saborear esos regalos “inmateriales” que, además de hacernos disfrutar, fortalecen nuestro espíritu y alimentan nuestro organismo.


Por eso buscamos reconfortantes espacios de reposo y reparadores tiempos de silencio en los que, tranquilos, podamos nutrir nuestra vida con estos alimentos sustanciosos y placenteros que atenúan las inquietudes y nos ayudan a interpretar adecuadamente las voces de nuestros acompañantes y a encontrar las palabras precisas que respondan a sus, a veces, ansiosas peticiones. Es en la quietud y en el silencio donde podemos interpretar nuestras propias aspiraciones, realizar nuevos proyectos y emprender ilusionantes actividades. Necesitamos unos momentos de paz para pensar profundamente hacia dónde nos dirigimos y qué hemos de hacer para renovarnos.

Es en la calma y en el sosiego donde podemos arrojar luz a esos complejos problemas de la vida cotidiana que, a veces, nos abruman, trastornan el equilibrio e impiden la armonía que buscamos. En resumen, podemos afirmar que, al menos de vez en cuando, hemos de callar y escuchar las voces que, en lo profundo de nuestras consciencias, nos indican las claves para aprovechar y para disfrutar de la vida, para fijar con precisión nuestros destinos y para determinar la ruta, la velocidad y el ritmo de nuestros  pasos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero..., y cuando se ponen todos los medios, cumpliendo con todas esas normas primordiales para que exista esa cordialidad y: amamos a los demás y los demás no sienten nada por nosotros, respetamos y no nos sentimos respetados, escuchamos y nos hacen oídos sordos, esperamos y ellos siguen su camino, continuamente estamos perdonando y a nosotros no nos perdonan ni el más simple y comunes de los fallos; y, cuando preguntamos por qué no nos entienden igualmente a nosotros; y, cuando nos partimos las sienes pensando y pensando qué hacemos mal para que no haya una similitud de compensaciones morales hacia nuestra persona, y no dejamos de preguntarnos (metiéndonos en nuestro interior para recapacitar sin egoísmos) que es lo que hacemos mal y no encontramos los motivos, los fallos, los errores que podamos estar cometiendo, ni tampoco se nos dice cuando preguntamos? ¿Qué hacer para sentirnos bien nosotros mismos?.

Anónimo dijo...

Seguir culpándonos de que algo hacemos mal, o pensar que este mundo se ha vuelto egoísta; pues no nos vamos a pegar un tiro.