viernes, 11 de marzo de 2016

"Una nueva pedagogía flamenca: Teatro Musical Familiar", por José Antonio Hernández Guerrero

María "La Mönica". Foto de Juan Silva
Os confieso –queridos amigos- que me ha sorprendido gratamente la propuesta de un grupo de jóvenes de nuestra Provincia que, liderado por la cantaora chiclanera María “La Mónica”, han diseñado un espectáculo didáctico, en el que cuentan y cantan, tocan y bailan los principales palos de nuestro Cante Flamenco. Se proponen como objetivos pedagógicos, no sólo proporcionar unos conocimientos básicos de sus elementos fundamentales –el compás, la melodía y la armonía- y de su origen y evolución, sino también potenciar el respeto y el aprecio de esta manifestación artística caracterizadora de nuestra cultura. Estas finalidades adquieren un mayor valor si tenemos en cuenta que están ubicadas explícitamente en el marco de una actitud no sexista y sí intercultural. 


A mi juicio, además de la forma amena de explicar los distintos toques de guitarra, de las palmas y del cajón, es especialmente acertado el montaje narrativo: esa historia en la que nos cuentan cómo “Melodía, una joven gitana, emprende un viaje en busca de su hogar. Cuando lo encuentra, se cruzan en su camino dos personajes de los que se hace inseparable y con los que crea una música nueva y una forma diferente de vida que marcarán un antes y un después en la historia de la música y de la humanidad”. 
     
En mi opinión, estas actividades pedagógicas constituyen un acierto sin precedentes ya que, además de proporcionarnos un disfrute de alta calidad artística, contribuyen de manera directa a elevar el nivel cultural de una sociedad que, como es sabido, necesita de la ayuda de los poderes públicos, de las instituciones sociales y, especialmente, de los centros educativos. Si aceptamos que el cultivo del gusto artístico representa uno de los índices más fiables del grado de civilización de los pueblos, es comprensible que sintamos tristeza al contemplar cómo muchos de nuestros convecinos son incapaces de saborear esas manifestaciones que, además de estéticas, descubren nuestra peculiar manera de pensar y soñar, de disfrutar y sufrir, de amar y esperar, de vivir y morir. 

Enhorabuena a María “La Mónica”, a Adrán Trujillo y a Juan José Alba Marcial por este invento que, sin duda alguna, contribuirá a la progresiva incorporación de los niños y de los adolescentes al disfrute del buen cante, baile y toque. Ya verán cómo, mediante esta fórmula de pedagogía flamenca, ellos van a lograr que, gradualmente, se vaya incorporando un mayor público a estas propuestas que proporcionan tan intensas emociones. Es posible que, a la corta, resulte más rentable económicamente fomentar espectáculos multitudinarios, pero es seguro que, a largo plazo, la inversión en una labor educativa elevará el gusto artístico y, a través de él, cultivará esas facultades espirituales que ennoblecen al ser humano y que contribuyen positivamente a combatir la anorexia cultural, a fomentar la paz y a construir un mundo más sano, más justo, más solidario y más grato. Y es que resulta conmovedor sumergirse en ese universo maravilloso y mágico de los sonidos, de las melodías y de los ritmos que surcan nuestro espacio y nuestro tiempo.
                       

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