martes, 3 de mayo de 2016

Desafíos universitarios/10: "Cientificismo La invención de la Santa Cruz", por José Antonio Hernández Guerrero

EN mi análisis de los principales riesgos que hemos de evitar los universitarios, tanto en la articulación de los saberes de las diferentes titulaciones como en la aplicación de los métodos e instrumentos pedagógicos, parto del supuesto, reconocido por la historia y por la sociedad, de que esta institución es -debe ser- el espacio privilegiado de la ciencia. Aunque es cierto que, en la actualidad, esta tarea la comparte con otros organismos como, por ejemplo, las academias, los consejos, los institutos y los ateneos científicos, hemos de reconocer que la investigación, la enseñanza y la divulgación de los conocimientos constituyen las razones de ser de toda la compleja organización universitaria.


Partiendo de este supuesto, también hemos de aceptar que este afán científico ha de evitar la tentación del 'cientificismo', una postura extrema que no sólo afirma la aplicabilidad universal del método y del enfoque científicos, sino que, además, excluye la posibilidad de otras sendas metodológicas. Llamo 'cientifismo', por lo tanto, a la imposición de los procedimientos inductivos característicos de las ciencias naturales como la fuente exclusiva de los saberes auténticos sobre el hombre y sobre la sociedad, es la defensa dogmática del método científico como el único capaz de proporcionar los conocimientos verdaderos.

En mi opinión, coincidiendo con las teorías de teóricos sociales como, por ejemplo, los historiadores, los filósofos y los críticos culturales Max Weber, Jürgen Habermas y Max Horkheimer, deberíamos evitar los posibles peligros de ese reduccionismo excesivo en todos los campos del saber humano. Aún más explícita es la escritora británica y feminista Sara Maitland cuando no duda en considerar al 'cientifismo' como un "mito tan pernicioso como cualquier otra clase de fundamentalismo".

En mi opinión, deberíamos reconocer -no sólo en teoría sino también en la organización de los planes de estudio- que, además de los experimentos empíricos para alcanzar conclusiones científicas, hemos de tener en cuenta los procedimientos que aplican las ciencias humanas como, por ejemplo, la Filosofía, la Historia, la Lingüística, la Psicología, la Ética, la Pedagogía, la Literatura, la Estética, el Derecho o la Sociología, y cuyos principios, criterios y pautas epistemológicos y hermenéuticos son válidos para orientar el pensamiento crítico, la imaginación creadora y la sensibilidad emotiva. Hemos de reconocer que estas herramientas son indispensables para describir y para mejorar los comportamientos humanos, para proporcionar sentido a la vida y para favorecer la participación ciudadana en la construcción de una sociedad más humana.

El día 3 de mayo celebra la liturgia de la Iglesia la fiesta de la Invención de la Santa Cruz. La paz de Constantino en 313 (S. IV), dio la oportunidad a los cristianos para buscar los vestigios y las reliquias más queridas y se sintieron felices al encontrar el leño sobre el cual el Hijo de Dios había consumado su Pasión. La emperatriz Elena, madre del emperador Constantino, mandó hacer excavaciones en el Calvario y halló las tres cruces: reconoció la de Cristo porque aplicada a una difunta le devolvió la vida. Hallada, por fin, la Cruz de Cristo, la misma emperatriz Elena quiso construir una basílica, que, en su vasto recinto reuniese el sepulcro glorioso y la colina de la cruxifición y custodiase celosamente el árbol de la salud, parte del cual llevó consigo a Roma, poniéndolo en la basílica elevada sobre los cuerpos de Sesorio, y que el pueblo llamó de Santa Cruz de Jerusalén.

A esta Vera Cruz como se llamaba en España pertenecen todos los lignum crucis que se veneran en la Iglesia. El trozo más grande se conserva en Roma en la basílica llamada de la Santa Cruz de Jerusalén.

La Cruz de Cristo nos ha merecido la redención, a la cual nos introduce el Bautismo, nos ha merecido el Espíritu Santo que pone el sello a nuestra santificación, nos ha merecido la gloria que cada uno recibirá después de haber participado en el sacrificio.

En la antigüedad, la Iglesia pedía para los ejércitos cristianos militantes bajo las insignias de la Cruz la victoria. En la vida espíritual, los cristianos debemos sostener una lucha continúa alentada y protegida por la virtud de la Santa Cruz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de morir mi padre
estuve estudiando interno
en la ciudad de Córdoba
donde comencé el bachiller.
Una vez al mes, no había clases
y nos sacaban de jira
(como allí le llamaban
a la mensual salida)
A veces era a las Ermitas,
otra a distintos monasterios,
entre las Ermitas y el rio Guadiato,
había uno en la sierra
creo que era de los PP Dominicos.
En la iglesia a la entrada
a mano derecha, en la pared
y al alcance del público,
había el trozo de un madero
cilíndrico, con un diámetro
de unos treinta centímetros
y de largo, sobre un metro.
Nos dijeron que era un trozo
de la cruz, done murió El Nazareno.
Le faltaba una buena porción,
ya que los visitantes en el tiempo
le fueron arrancando, trocitos de astillas.
Yo al no tener ni navaja ni llaves
para arrancar un trocito
lo hice con las uñas,
los trocitos que conseguí
fueron minúsculos, muy pequeños
y por temor a perderlos
si lo metía en un bolsillo,
los deposité bajo la lengua
mientras encontraba
un trocito de papel para envolverlos
y papel no encontré.
En fila de a dos como siempre
emprendimos hacia Córdoba el regreso,
el camino era muy largo
y sin darme cuenta los tragué.
No dije nada a ningún compañero,
los había muy simpáticos,
muy agudos y guasones,
que nada más haberlo oído
me habrían rebautizado,
posiblemente como Custodio
o quizás como Relicario.
¡Qué tiempos aquellos!
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03.05.16
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Antonio.-El niño del Corchado-