lunes, 13 de febrero de 2017

"La leche en polvo en los colegios de San Pablo de Buceite", por Cristóbal Moreno "El Pipeta"

Escuela de niños de diferentes cursos en el colegio Cristo Rey 1964-1966.
Ayer lo comentábamos entre “carrozas”: nos estaba resultando pesado el comienzo de nuestra vejez. En este momento ya los recuerdos se abaten como las cigarras sobre las cosechas. Empieza el deseo de contar a nuestros nietos las batallitas de la vida. Salió a colación la pobreza infantil actual debido al exceso de paro en nuestro país (puesta en duda por el ministro de Hacienda “y Estadísticas Macroeconómicas”, Cristóbal Montoro, por considerarla falsa, alejada de la realidad y, apegada a la estadística). Algunos comentarios han llegado a comparar la pobreza infantil de la España actual con la de nuestra posguerra que se va alejando. 


 Muchos de los presentes no estábamos de acuerdo (aunque haya una serie de familias comparables) y se abrió una discusión entre más mayores, nosotros y algunos jóvenes que, sin querer queriéndolo, inevitablemente removió cuestiones tan dolorosas e inolvidables como la Guerra Civil. A duras penas se pudo desviar hacia lo que había iniciado nuestra conversación, esto es, la pobreza infantil y la leche en polvo. Lógico, no se podría hablar de la leche en polvo sin mencionar la guerra, origen del hambre y de la miseria. Ya todos solemos echar manos a nuestro teléfonos con Internet para demostrarle a los demás  la verdad de lo que aseguramos :

Que si fue Cáritas quien comenzó a repartir la ayuda alimenticia americana en 1954, y prosiguió hasta 1968, cuando España empezaba a salir de la miseria.

Que la tasa de mortalidad infantil en España es hoy muy baja: cuatro muertes por cada 1.000 niños que nacen vivos. Pero no hace tanto, en los años 40 del siglo pasado, la cifra era más de 35 veces superior: 142 niños muertos por 1.000 nacidos. La mayoría sucumbían a la diarrea, la viruela o la difteria.

Que si después de la guerra civil y hasta los años 60, solo hubo hambre, miseria y piojos, pues todavía, en esos años de 1.960, los niños proveniente de la población más vulnerable acudían a la escuela -donde las había y los que podían- muy pelados, casi al cero, para luchar contra liendres y piojos, y así lo reafirmaba Cáritas.

Comida poca y miedo había mucho. Hasta casi los 70 se seguían cantando en las escuelas “El Cara al Sol” y se estudiaba con libros como “La Cartilla, 1ª, El Parvulito, 1ª, 2ª y 3ª Enciclopedia Álvarez y El Escudo Imperial”. Se dejó de aprender a escribir haciendo palotes.

Que casi hasta los 70,  eran todavía tiempos de penurias y escaseces -aunque menos-; temores, silencios y no poder haber en la calle reuniones de más de dos personas. Nadie se fiaba de nadie que no fuera acólito, y hasta eso había fallado. Como prueba de ello: el último topo y maquis de la Guerra Civil fue Pablo Pérez Hidalgo “El Rubio”, creído muerto en el cortijo de “El Chorrón” de Algatocín (Málaga), en una emboscada de la Guardia Civil donde murieron seis guerrilleros. Se salvó porque no acudió a la cita y le confundieron con uno de los seis guerrilleros muertos. Aprovechando la oportunidad se refugió en una finca de Genalguacil (Málaga), donde estuvo oculto durante 26 años, conviviendo allí, hasta 1.976, con Ana Trujillo Herrera, “La Oveja”, viuda de guerra. Descubierto, se entregó, y  poco después fue puesto en libertad. Habían llegado otros tiempos. Quedó la prudencia y se acabó el miedo.

Que la ley principal fue “El Fuero de los Españoles”. Que el sentido del texto era enunciar algunos de los derechos, deberes y libertades, para dar al gobierno franquista una apariencia democrática, acorde con el nuevo ambiente político de Europa. Fue realizado por un grupo de ministros, juristas e intelectuales, todos ellos al servicio del régimen franquista. Pero fue Franco  quien gestó doctrinalmente está ley y quien la promulgó.
Cartlilla de racionamiento de 1945 a nombre del padre de Cristóbal Moreno.

 Que en esas fechas, aquí en San Pablo (y casi en toda España), los alumnos que no tuvieron medios económicos para pagar “Ingreso, y después para comenzar el Bachiller Elemental” (también de pago), ya no podían seguir estudiando a partir de los 13 años, tuviera o no el “Certificado de Estudios Primarios”, pues nada había para ellos que no fuera el trabajar. No obstante había muchas ganas de aprender. Relajada en algo aquella política dictatorial (en el aire, fresco, se respiraba aún ecos pasados de sierra y maquis; la sangre seguía doliendo y los recuerdos hirviendo), ya muy cercano a/y pasados los años 70, comenzaron clases nocturnas gratis para los que quisieran conseguir el Certificado de Estudios Primarios o bien el Bachiller Elemental: Plantel de Extensión Agraria por un lado y el Bachiller Radiofónico por otro (ver en este bloc “El PPO en San Pablo de Buceite”, Viernes, 15 de noviembre de 2.013, por el mismo autor del presente; donde se hace un repaso a todo esto y se habla de aquellos maestros ambulantes y de los nacionales que por cama (a veces) y comida, daban clases los primeros y de pago los segundos).

Desde que se entraba en la escuela se seguía practicando doctrinas, consignas y efemérides victoriosas. Las cuatro reglas, dictados, lecturas y caligrafía, era el armazón del aprendizaje para defenderse en la vida. Hasta los años 60, numerosos padres tenían que despuntar, por necesidad, a sus hijos de la escuela para colaborar en la pobre economía familiar, bien ayudando a los padres en sus pequeñas explotaciones o trabajando para la calle como aprendiz, de cabrero, de pastor con las ovejas o de porquero. El sueldo normalmente era solo la comida de todo el día y/o aprender el oficio.  El Estado franquista, que se había encontrado ya un gran analfabetismo al terminar la guerra y hacerse cargo de la nación,  tuvo que poner, aunque bastante tarde, freno a tal merma.

    Durante la conversación, como se comenta anteriormente, y dejado ya a un lado los temas dolorosos e inolvidables, se centró ésta en lo esencial de la pobreza, es decir, hablando de la ayuda que Estados Unidos dio a España durante la postguerra, especialmente con la leche en polvo, llegando a repartir durante esos 14 años (1.954-1.968) trescientas mil toneladas que equivaldrían a unos tres mil millones de litros de leche una vez preparada para su consumo; así como una cuantiosa cantidad de queso americano similar en color al del queso de bola (amarillo), repartiéndose queso y leche en escuelas nacionales, hospitales y otras instituciones.  La leche en polvo venían en grandes bidones de cartón con flejes metálicos y el queso en latas de cinco kilogramos. Primeramente, en las propias escuelas, se convertía en líquido una vez mezclado el polvo con agua, ayudando los alumnos a los maestros en muchísimos lugares, siendo repartida en horas de recreo. Ya después comenzaron a dar la leche en polvo a los propios alumnos para que se la llevaran a casa e hicieran con ella lo que estimaran, pero lo que es el queso, no recordábamos haberlo probado ni visto en estas latitudes ¿qué harían con él?.
   
    Fue para nosotros, en nuestra ignorancia, un descubrimiento lo de la leche pulverizada -que en principio tomamos con desconfianza-. Eso de transformar un líquido en polvo no nos cabía en la cabeza. Pudimos comprobar que, mezclándolo con agua, el líquido resultante era en verdad espeso como la leche y su sabor se asemejaba bastante a la de cabra o vaca recién ordeñadas.

    La leche..., ¡ay!, la leche, la primera vez que la probamos -en polvo- casi nos ahogamos con ella; necesitados, e insaciables en aquellos tiempos, y algo glotones de escasos dulces y manjares extravagantes (para lo que había en aquellos tiempos), todo lo nuevo nos parecía suspiros de Dios. Mucho cuidado habías de tener al llenarte de leche en polvo  la boca, pues se te pegaba al paladar, a la lengua y a la campanilla de la garganta de tal forma que te impedía respirar, y si bebías de inmediato agua se hacía un bolo que al intentar tragar te ahogabas. Todos los que hablábamos del tema habían pasado por esa experiencia.

    Ahora, contándolo, nos veíamos  unos a otros vestidos con aquellos babis de verticales rayas verdes y blancas, en formación, guardando cola, en aquél desnivel terrizo y pedregoso que era el llano del transformador -a las puertas de los colegios e ilusión del recreo- portando en la mano nuestro vaso de plástico (el mio era de color verde), esperando ansiosos que los más mayores, escogidos por el profesor, nos lo llenara de aquel blanco, dulce y exquisito polvo con el que, no a todos, nos llegaba para hacer leche en casa, pues, una vez que se le había cogido el truquillo, era lamer, ensalivar, saborear y tragar. De tanto probar, al llegar a casa el vaso estaba vacío. Más de uno llegaba a su domicilio blanco desde la cabeza hasta los pies. Al día siguiente, enterado el profesor, te mandaba contra la pared, de rodillas, con los brazos en cruz portando en cada mano un volumen de diccionario o enciclopedia, sin querer saber que ya en casa te habían dado “chanclazos de colores”.
Escuela de niñas de diferentes cursos en el colegio Cristo Rey 1964-1966.
Había que reconocer, que la leche en polvo, a más de uno nos venía de perla, pues era la única forma de tomar leche para nuestros huesos, salvo aquellos que tenían alguna cabra o vaquilla, o el poder comprarla a los que la vendían de casa en casa.  Los que tenían la suerte de vivir más desahogadamente -normalmente los que estudiaban de pago después-, solían darnos a probar algunas de aquellas delicias proveniente de Gibraltar y que se compraban a las estraperlistas, como “Cuétara” que era una especie de maicena y se mezclaba con la leche; pan de lata, que era como el pan de molde de hoy; queso de bola; mantequilla; chicles (chinga le llamaban los llanitos); regaliz (liquirvá)..,etc. ¡Era gloria para nosotros!.  Al igual que era el jugar con esos niños y sus soldaditos o vaqueros (cowboy ) de plomos.

    ¡Vaya!, ayer niño tomando leche en polvo y ahora en el bar de los viejos (Hogar del Pensionista) tomando nuestro cafelito con leche pasteurizada cuando la vida nos ha parecido un suspiro y todo aquello un cuento que nos parece haber vivido.

    Pero no es un cuento, comprobamos que es verdad, cuando leemos en Internet, como llegó la primera ayuda del Unicef a España, que se concretó, como hemos dicho, en 1.954, con los envíos de leche en polvo proveniente del Plan ASA (Ayuda Social Americana).  Previamente nuestro país había quedado fuera del Plan Marshall, con el que los Estados Unidos de América colaboraron para reconstruir Europa de como había quedado tras la II Guerra Mundial. España pagó sus tratados y alianzas militares cediendo terrenos para bases militares USA y otras concesiones.

    Gran ayuda nos vino de Argentina de mano de su presidente Juan Domingo Perón, promesa que hizo cuando, en 1.953, en visita oficial a España con su esposa Evita, prometió mandarnos grandes  cantidades de trigo con el que se hizo pan que se repartió racionado.

    Pero la pobreza en que muchos vivimos y lo que pasaron nuestros padres y escasos abuelos fue tremenda para subir a España a unos niveles aceptables de convivencia y bienestar. Ya hay pocos a los que perdonar, por tanto, no es bueno odiar y si el recordar.

 ¡Qué caro y escaso estaba el pan y que bien nos vino la leche en polvo!.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde luego que no es aún la pobreza igual en la mayoría del país, pero si que hay casos casi idénticos a los de la posguerra. El camino que lleva esta política de derechas va en la dirección de la miseria que impactará en los bordes del proletariado y pensionistas que la sufren y la sufrirán. Quién va a creer a estas alturas que ese progresismo moderado que se autoproclaman los del PP va encaminado a la igualdad, que error más grande de todo aquél que lo crea así, ellos solo quieren más y más a costa de conceder menos y menos a los obreros, jornaleros, parados y desgraciados. Ya lo han visto, ellos ahora son más ricos y los pobres más pobres; y siguen habiendo más marqueses, condes, duques, varones y caballeros, que hasta a la clase media la están haciendo pobre. Y con esto ya es bastante, piensen ustedes, y los que puedan que trabajen en este sentido; y esto va para esos nuevos gobernantes de las viejas y nuevas izquierdas. De todas formas, creo, que no van a aprender nunca, y ya va siendo hora, tiempo han tenido de aprender y trabajar en ello desde que comenzó la democracia. Luchen como siempre ha de hacerse, con la democracia de los votos y de la unión, o nos vemos de nuevo recibiendo leche en polvo nada más, pues, como parece que da a entender el autor del artículo, el queso ni siquiera lo vieron ni probaron y ni lo veremos ni probaremos.