sábado, 11 de noviembre de 2017

"Las raíces profundas de la crueldad", por José Antonio Hernández Guerrero

SIN duda alguna, tendrá que pasar mucho tiempo para que se disipen las amargas sensaciones de estremecimiento, de terror y de abatimiento que experimentamos cada vez que se produce un atentado  terrorista. ¿Qué está pasando -me pregunto- para que la crueldad alcance una extensión tan amplia y unos niveles tan elevados? En mi opinión, ya no es sólo que se estén disolviendo los principios éticos más esenciales sino que, además, se está aboliendo la visión de los otros, de los diferentes, como verdaderos seres humanos. Creo que deberíamos escarbar en el fondo de nuestras conciencias tranquilas para descubrir esas raíces profundas que, sin ser plenamente conscientes, quizás también nosotros estemos cultivando.   


Para evitar llegar a tales extremos de ferocidad, deberíamos empezar por ponernos en guardia cuando al extranjero, al adversario o, incluso, al enemigo, los miramos como seres desprovistos de su condición humana, cuando no reconocemos de una manera explícita que todos poseen idéntica dignidad que nosotros y que los nuestros. Cuando, desde una determinada ideología, religión, cultura, pueblo o clase social, adoptamos posturas de suficiencia o de desprecio frente a los integrantes de otros grupos, estamos anidando los gérmenes de un distanciamiento que, si sigue creciendo, puede llegar al resentimiento, al desprecio o al odio. ¿No os habéis fijado en esas expresiones de orgullo agresivo, en ese tono de burla agria y en esos gestos de desdén hiriente con los que, por ejemplo, los de la derecha se refieren a los de la izquierda, y los de la izquierda a los de la derecha? ¿No es cierto que, a veces, los agnósticos ridiculizan acerbamente a los creyentes y los creyentes se mofan jactanciosamente de los agnósticos? 

Aunque, efectivamente, en estas actitudes de altanería y de desprecio, advertimos diferentes grados de petulante suficiencia, hemos de reconocer que las semillas, cuando están sembradas en un terreno abonado y disfrutan de una atmósfera propicia, pueden crecer y dar abundantes frutos. Recordemos el odio impulsado en otras épocas y en otros lugares por ideales nobles y por causas justas.

Los psicólogos explican que estas conductas tan crueles -tan inhumanas- tienen su origen en una consideración del otro como un ser inferior, en un sentimiento que, si lo cultivamos, puede desembocar en una valoración del diferente como adversario, del adversario como enemigo y del enemigo como animal, como un bicho o como una fiera que, por tanto, están privados de la condición humana. Los terroristas matan a seres que, por el solo hecho de existir, representan un peligro, una amenaza o, simplemente, una dificultad para sus proyectos. El Estado ha de evitar que estos desalmados impongan sus ideas y sus reglas por la fuerza del miedo, pero sin emplear sus mismas armas ni sus mismos principios. Hemos de reconocer que impedir una acción terrorista no resuelve el problema del terrorismo. Luchemos, pero para que, en nuestras entrañas, germine, sobre todo, un respeto reverencial al ser humano.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahora, en estos tiempos "tan modernos y evolucionados", incluso el odio lo hemos germinado y engordado en nuestra propia patria de tal forma que, se entremezcla -hay que dividirlo- entre el de fuera y el de dentro, aunque ellos, los otros, hayan puesto también mucho de su parte para llegar a los extremos en que estamos, de tal forma que, para saciar ese odio hacia el mal nombrado contrario llamado -en las dos partes con el mismo nombre- "enemigo" hemos de reventarlos de cualquier forma para disiparle el alma aunque sea blanca e inocente, lo importante es que extienda el miedo al resto de las vivas hasta que lleguen a ser ánimas en la pena psicológica del terror, para ello se hace con la permisividad de un Dios "Alá", y otros, con distintos nombres de diades, o sin ellas, arremetiendo como sea, o sentándose y permitiendo, pues las cruzadas ya pasaron a la historia.
El de dentro, no el de Estado, que solo presiona y convence desde atrás con la moneda, es el que se realiza también explotando almas (-Grapo, ETA-, o como el de ahora, manejando "odio berbiquí" que penetra poco a poco en las mentes y las conviertes en zombis manejables y tumultuosos dirigibles hacia guerras psicológicas llamadas "pacíficas" para encubiertamente convertirse en guerras de guerrillas verbales y "patilledeantes") (incitantes y ofensivas, pegar patadas en las espinillas,empujones, codazos etc.) con la En En este último modelo de guerra psicológica pacífica, la única misión es desesperar al orden y desordenarlo ante la opinión pública, con lo que se llega a ganar batallas psicológicas y crear enemistades entre la vecindad comunitaria que se pone de parte del psicológicamente ganador. Se detectan porque después -como esos Estados también tienen por qué callar, al procrear corrupción para conseguir poder-, con el solo hecho de pedir falso perdón, o renegar falsamente también a sus anteriores y malignas acciones de enfrentar a la población con los zombis para conseguir, igual que los anteriores, poder, juran también falsamente que no lo volverán a hacer, y ese Estado, con reprimendas y fianzas del dinero que habían obtenido ilegalmente al pueblo lo que es del pueblo, les deja libremente cargados de dinero y abogados que les sacarán del embrollo y si te vi no me acuerdo, pero aún les queda "guita" para seguir forrados. Que es como decir ha perdido la guerra psicológica y se ha llegado a unos acuerdos, hasta que lleguen otros mejores tiempos.
y así es la vida, !la vida de los pobres, claro¡, porque los ricos arreglan las cosas a su manera, porque saben y pueden hacerlo!